Los defensores del bitcoin solían argumentar que una de las ventajas de invertir en la criptomoneda era estar “fuera del sistema».
En vez de comprar acciones en Wall Street, la promesa independentista de los bitcoiners era la creación de un sistema paralelo al del dinero tradicional.
No parecía extraño que su proclama de guerra, revestida de una ideología libertaria, fuese «muerte al dólar» y a los bancos centrales de todo el mundo.
Poco queda de todo aquello. En los últimos años, los grandes fondos de inversión entraron decididamente a la cancha de juego incorporando a las criptomonedas a sus carteras de inversiones, pese a las críticas de los escépticos por los constantes robos digitales, fraudes a gran escala (como el perpetrado hace unos meses por Sam Bankman-Fried) y las advertencias de autoridades en Estados Unidos y la Unión Europea sobre los riesgos que supone la divisa.